-¡Yosh! ¡Qué gran día es hoy!- esas fueron las palabras de cierto peli-rojo de ambarinos orbes que se levantaba con todos los ánimos del mundo por los cielos, y solo para una cosa. Hoy iba a jugar un momento Soccer; si, iba a jugar ese juego tan amado por él para no aburrirse en el día. No lo tomaría como un entrenamiento, más bien como un tiempo de diversión, un tiempo para relajarse y sentirse alegre, tranquilo, acompañado, porque por sobre todas las cosas, Nagumo cuado jugara Soccer, se sentía acompañado. Pero... ¿Era lo mismo, sentirse acompañado con estar acompañado?
Bueno, la cosa era que ahora se dirigía a la Cancha de Fútbol de la Academia, con tal de ahora despejar su mente de esos pensamientos. ¿Qué le ocurría? ¿Por qué pensaba esas cosas ahora? Nunca había pensado en todo eso, hasta ese momento. Su pie derecho iba chutando una que otra vez el Balón, como si de repente hubiera perdido interés en el Soccer. -¿Qué se supone que debo pensar?- se preguntó en un susurro, en medio de la cancha, pateando el balón levemente y viendo como este, de forma lenta, se iba alejando. Entrecerró los ojos, sin apartar su vista del esférico objeto. Era como él, huyendo de las cosas. No, Nagumo Haruya no huía de las cosas, jamás lo haría.